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Cita de P. Rodríguez Santidrián/es

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El libro está concebido como una declamación o composición laudatoria. Como género literario es una composición literaria altamente sofisticada usada para alabar a los héroes legendarios o con un propósito de sátira o fantasía. [...] Parece claro que del análisis de la obra resultan tres oleadas o bloques temáticos:

1) La primera comprende desde el capítulo 1 hasta el 28. En esta primera parte es evidente el estilo de la sátira de Luciano, sobre todo, en los capítulos 7-9 en que la locura expone sus títulos y cualidades; en los capítulos 16-18 en que aparecen al desnudo las vidas de los dioses. [...]

2) Los capítulos 30-37 representan un nuevo bloque en que se define el papel relevante que el instinto, la pasión y el humor tienen en la vida humana. Termina en el capítulo 38 con la culminación del libro: hay dos locuras; una es destrucción de conciencias y de costumbres civilizadas; y existe la locura que Erasmo y el Humanismo proclaman y que lleva al juicio irónico y complaciente de sí mismo y del mundo. Es un tono nuevo de humor que lleva hasta la risa de uno mismo.

3) Los capítulos 38-61 constituyen la parte más dura y polémica de la obra. Nadie se ve libre de la locura; todos la siguen. Tanto el mundo antiguo como moderno forman un cortejo de adoradores de la stultitia. Es aquí donde la locura –Erasmo– presenta el desfile ridículo de poetas, filósofos, reyes, cortesanos, clérigos, frailes, obispos, cardenales y papas seguidores de la locura. Sólo por ella merecen la pena sus vidas.

Los capítulos 60 y 61 vendrían a ser como la conclusión de este bloque: «Nadie puede vivir sin mí» -dice la Locura.

Los capítulos 62-68 (conclusión). Contra lo que algunos pudieran creer el Elogio de la locura no es un pasatiempo frívolo ni una burla de la mísera condición humana. En estos últimos capítulos Erasmo se pregunta: ¿Y si la locura de que he hablado fuese la suprema sabiduría de que nos habla la Escritura, y sobre todo san Pablo. Echando mano de la Biblia trata de probar que el cristianismo –y la bienaventuranza– no son más que una locura sublime. Por fin, el capítulo 68 nos devuelve al tono relajante del libro; se ha hecho el elogio de la estulticia: bebed, vivid.