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Kierkegaard: el pensament abstracte/es

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El pensamiento abstracto

Existencia. Realidad

En el lenguaje abstracto, lo que constituye la dificultad de la existencia y de lo que existe, muy lejos de aclararse, a decir verdad, no aparece jamás; justamente porque el pensamiento abstracto es sub specie aeterni, hace abstracción de lo concreto, de lo temporal, del proceso de la existencia, de la angustia del hombre, situado en la existencia por una conjunción de lo temporal y lo eterno. Si queremos admitir ahora que el pensamiento abstracto es el superior, se sigue que la ciencia y los pensadores abandonan orgullosamente la existencia y nos dejan a los hombres lo peor de soportar. Pero algo le ocurre también al mismo pensador abstracto, y es que, siendo después de todo un hombre que existe, tiene que distraerse de una u otra forma.

Interrogar a la realidad abstracta (incluso si fuese correcto hacerlo así, pues ciertamente lo particular y lo fortuito forman parte de la realidad y son opuestos a la abstracción) y responder abstractamente a tales preguntas, es mucho menos difícil que precisar lo que significa el hecho de que una cierta cosa sea realidad. En efecto, el pensamiento abstracto hace abstracción de esa cierta cosa, pero la dificultad consiste justamente en hacer la síntesis de esa cierta cosa y la idealidad del pensamiento en querer pensar esa síntesis. El pensamiento abstracto no puede ocuparse de tal contradicción, porque justamente él lo impide.

El impedimento del pensar abstracto se manifiesta precisamente en los problemas existenciales, donde la abstracción escamotea la dificultad y la deja de lado; después se alaba de explicarlo todo. Explica hasta la inmortalidad, y, daos cuenta, todo va muy bien en cuanto la inmortalidad se hace idéntica a la eternidad, esa eternidad que es esencialmente la disposición del pensamiento. Pero saber si un individuo que existe es inmortal, que es justamente la dificultad, el pensamiento abstracto no se ocupa de ello. S1 es desinteresado, pero la dificultad de la existencia consiste en el interés infinito que pone en la existencia quien existe. El pensamiento abstracto me ayuda, por tanto, a obtener la inmortalidad en cuanto me suprime como individuo aislado, e inmediatamente me hace inmortal. Me ayuda aproximadamente como lo hacía el doctor de Holberg, quien con sus remedios quitaba la vida al paciente; pero también suprimía la fiebre. Si consideramos pues a un pensador abstracto que no quiere ponerse en claro y confesarse a sí mismo cuál es el comportamiento del pensamiento abstracto respecto del hecho de que él es un hombre existente, nos produce, aun cuando fuese muy famoso, un efecto cómico, pues está a punto de dejar de ser un hombre. Mientras que un verdadero hombre, síntesis de finito e infinito, tiene justamente su realidad en el mantenimiento de esta síntesis y tiene un interés infinito en la existencia, un tal pensador abstracto es, por el contrario, un ser dual; por una parte un ser fantástico que vive en la pura abstracción, y por otra parte una quizá triste figura de profesor dejada de lado por aquel ser abstracto, como se pone el bastón en un rincón. Cuando se lee la biografía de un hombre así (pues sus escritos pueden ser dignos de aprecio), tenemos a veces un escalofrío al pensar lo que es, después de todo, ser un hombre. Que haga una encajera los más deliciosos encajes: es triste sin embargo pensar en esa menesterosa persona; e igualmente burlesco es el efecto producido por la vista de un pensador que, a pesar de todas sus pretensiones, lleva una existencia personal de pobre diablo, que se casa probablemente, pero no conoce ni siente el poderío del amor, y cuyo matrimonio resulta, por tanto. tan impersonal como el pensar, deslizándose su vida personal sin pasión y sin luchas patéticas, y que, como buen filisteo, sólo se ocupa en averiguar qué universidad le ofrece mejor sueldo. No se debía tener por posible una discordancia semejante en el mundo del pensamiento; se debía creer que eso no pertenece sino a la miseria del mundo exterior, donde un ser humano es esclavo de otro, así como, pensando en la encajera, no se pretende admirar los encajes sin lágrimas. Se debía creer que un pensador lleva la más rica vida humana; así era en Grecia.

Las cosas son de otra manera cuando el pensador abstracto, sin haberse comprendido a sí mismo ni haber comprendido la relación del pensamiento abstracto con la existencia, sigue los impulsos de su talento o se endereza a alguna cosa en este género. Bien sé que se acostumbra a admirar la existencia de un artista que, sin darse cuenta de lo que significa el ser hombre, sigue a su talento de tal modo que el admirador admira el hombre en provecho de su obra; pero también sé que tal existencia tiene su lado trágico en cuanto que ella es una distinción que no se halla personalmente reflejada en la ética, y también sé que en Grecia un pensador que produjese obras de arte no tenía una existencia menesterosa, sino que era él mismo una obra de arte viviente. Ser pensador debería, sin embargo, expresar lo menos posible una distinción con ser hombre. Si se concede que el sentido de lo cómico ha faltado a un pensador abstracto, ello es eo ipso la prueba de que todo su pensamiento es la producción de un talento quizás apreciable, no de un hombre que ha existido, en cuanto hombre, de un modo eminente. Y sin embargo se profesa que el pensamiento es el supremo bien. que el pensamiento contiene todo, y a la vez no se halla nada que decir a que el pensador no existe esencialmente en cuanto hombre, sino en cuanto expresión precisa de un talento Que la enunciación del pensamiento no tenga su duplicación en la representación del pensador, y que la propia existencia del pensador contradiga su pensamiento, muestra que no se hace sino profesar. El pensamiento es más alto que el sentimiento y la imaginación; esto es enseñado por un profesor que no posee él mismo ni pathos ni sentimiento; se profesa que el pensamiento es superior a la ironía y al humour, y esto es profesado por un pensador que no tiene el menor sentido de lo cómico. ¡Qué cómico es todo ello!