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Galileo Galilei: abjuració pública/es

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abjuración pública

Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzio Galilei de Florencia, de 70 años de edad, constituido personalmente en juicio, arrodillándome ante los eminentísimos y reverendísimos cardenales Inquisidores Generales contra la depravación herética en toda la Cristiandad, teniendo ante mis ojos y tocando con mis manos los Santos Evangelios, juro que he creído siempre, creo ahora y con la ayuda de Dios creeré en el porvenir todo cuanto sostiene, predica y enseña la Santa y Apostólica Iglesia. Pero como, después de haber sido judicialmente requerido por mandato del Santo Oficio a abandonar completamente la falsa opinión de que el sol es el centro del mundo y que no se mueve y que la tierra no es el centro del mundo y se mueve, y a no sostener, defender o enseñar esta falsa doctrina de ningún modo, ya sea oralmente o por escrito; y después de habérseme notificado que esta doctrina era contraria a las Sagradas Escrituras, escribí y publiqué un libro en donde trato de esta doctrina ya condenada y aduzco razones muy eficaces en su favor, sin que muestre en modo alguno rechazo de la misma, he sido juzgado por todo ello como vehementemente sospechoso de herejía, a saber, de haber sostenido y creído que el sol es el centro del mundo y está inmóvil y que la tierra no es el centro y se mueve.

Por tanto, deseando quitar de la mente de sus eminencias y de todo fiel cristiano esta vehemente sospecha, justamente concebida contra mí, con corazón sincero y fe no fingida abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías ahora mencionados, y en general todos y cada uno de los errores, herejías y sectas contrarias a la Santa Iglesia. Y juro que en el futuro no diré nunca más ni afirmaré, oralmente o por escrito, nada que pudiera ser causa de una sospecha semejante contra mí. Al contrario, si llegara a saber de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio, o al Inquisidor, o al Ordinario del lugar donde me hallare.

Juro, además, y prometo cumplir y observar por entero todas las penitencias que me han sido o me serán impuestas por este Santo Oficio; y si dejara de guardar alguna de estas promesas y juramentos, lo que Dios no permita, me someto a todas las penas y castigos impuestos y promulgados por los sagrados cánones y otras leyes generales y particulares contra semejantes delincuentes. Así me ayude Dios y estos sus santos Evangelios, que toco con mis manos.

Yo, el supraescrito Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y obligado tal como consta arriba. Y en testimonio de la verdad he signado de mi propia mano el presente documento de abjuración y lo he leído palabra a palabra en Roma, en el convento de Minerva, este 22 de junio de 1633.

Yo, Galileo Galilei, he abjurado como consta arriba, por mi propia mano.