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Francis Bacon: teoría de los ídolos

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Los ídolos y las falsas nociones que han ocupado ya el entendimiento humano y han arraigado profundamente en él no sólo asedian las mentes humanas haciendo difícil el acceso a la verdad, sino que incluso en el caso de que se diera y concediera el acceso, esos ídolos saldrán de nuevo al encuentro, y causarán molestias en la misma restauración de las ciencias, a no ser que los hombres, prevenidos contra ellos, se defiendan en la medida de lo posible.

Son cuatro las clases de Ídolos que asedian las mentes humanas. Para mayor claridad les hemos puesto nombres, de forma que a la primera clase la llamamos Ídolos de la Tribu, a la segunda Ídolos de la Caverna, a la tercera Ídolos del Foro y a la cuarta Ídolos del Teatro.

El remedio adecuado para la expulsión y alejamiento de los Ídolos es la obtención de Nociones y Axiomas por medio de la verdadera inducción. Sin embargo, es muy útil la indicación de los Ídolos, pues la doctrina de los Ídolos ocupa con respecto a la Interpretación de la Naturaleza el mismo papel que la doctrina de las Refutaciones Sofísticas con respecto a la dialéctica vulgar.

Los Ídolos de la Tribu están fundados en la misma naturaleza humana y en la misma tribu o raza humana. Pues es falso afirmar que el sentido humano es la medida de las cosas; muy al contrario: todas las percepciones, tanto las de los sentidos como las de la mente, son por analogía humana y no por analogía con el universo. El entendimiento humano es semejante a un espejo que refleja desigualmente los rayos de la naturaleza, pues mezcla su naturaleza con la naturaleza de las cosas, distorsionando y recubriendo a esta última.

Los Ídolos de la Caverna son los ídolos del hombre individual. En efecto: cada cual [además de las aberraciones de la naturaleza humana en general] tiene un espejo o caverna propia que rompe y corrompe la luz de la naturaleza ya sea por la naturaleza propia y singular de cada uno o por la educación y trato con los demás o por la lectura de libros y la autoridad de aquellos que cada cual cultiva y admira, o bien por la diferencia de las impresiones, según ocurran en un ánimo ocupado de antemano y predispuesto o en un ánimo tranquilo y reposado. Pues el espíritu humano [tal como aparece dispuesto en los individuos particulares] es diverso y está completamente perturbado y procede de forma azarosa, por lo que muy bien dijo Heráclito que los hombres buscan las ciencias en mundos menores y no en el mundo mayor o común.

Hay también Ídolos que surgen del acuerdo y de la asociación del género humano entre sí y a los cuales solemos llamar Ídolos del Foro, a causa del comercio y consorcio entre los seres humanos; pues los hombres se asocian por medio de los discursos, pero los nombres se imponen a las cosas a partir de la comprensión del vulgo. Así, una mala e inadecuada imposición de nombres mantiene ocupado el entendimiento de una manera asombrosa. Las definiciones o explicaciones con que los doctos han acostumbrado a defenderse y protegerse en algunos casos son completamente incapaces de restablecer la situación, sino que las palabras ejercen una extraordinaria violencia sobre el entendimiento y perturban todo, llevando a los hombres a innumerables e inanes controversias y ficciones.

Finalmente están los Ídolos que inmigraron a los ánimos de los hombres desde los diferentes dogmas de las filosofías y también a partir de las perversas leyes de las demostraciones, a los cuales denominaremos Ídolos del Teatro, puesto que cuantas filosofías se han recibido e inventado pensamos que son otras tantas fábulas compuestas y representadas en las cuales se forjaron mundos ficticios y teatrales. Y no hablamos tan sólo de las filosofías y sectas actuales o antiguas, puesto que pueden componerse y combinarse otras muchas fábulas de este tipo. Ciertamente: las causas de errores completamente diferentes son, sin embargo, casi idénticas. Y tampoco decimos esto únicamente de las filosofías generales, sino también de muchos principios y axiomas de las ciencias, los cuales se impusieron por tradición, por credulidad y por negligencia.