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Dilthey: la diversitat de les concepcions del món/es

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6. La diversidad de las concepciones del mundo

Las concepciones del mundo se desarrollan en condiciones diferentes. El clima, las razas, las naciones determinadas por la historia y la formación estatal, las limitaciones de épocas y períodos, condicionadas temporalmente y en las cuales las naciones cooperan entre sí, concurren para constituir las condiciones especiales que operan en el origen de la diversidad de las concepciones del mundo. La vida que surge en condiciones tan específicas es muy diversa y así es también de diverso el hombre que concibe la vida. Y a estas diversidades típicas se añaden las de los individuos, sus ambientes y sus experiencias de vida. Así como la tierra se halla cubierta por formas innumerables de seres vivos, entre los que ocurre una lucha constante por la existencia y por el espacio vital, en el mundo humano se desarrollan las formas de concepción del mundo y luchan entre sí para dominar sobre las almas.

Se hace valer en este momento una relación legal por la cual, amenazada el alma por el cambio incesante de las impresiones y del destino, y por el poder del mundo exterior, tiene que buscar una solidez interior para hacer frente a esta amenaza: de esta suerte pasa del cambio, de la inconstancia, del deslizamiento y fluencia de su ser y de sus visiones de la vida, a una apreciación permanente de ésta y a unas metas fijas. Aquellas concepciones del mundo que propician la comprensión de la vida y conducen a metas provechosas se conservan, y desplazan a las más insignificantes. Así se opera una selección entre ellas. Y en la sucesión de las generalidades, las más viables se desarrollan en formas cada vez más perfectas. Así como en la diversidad de la vida orgánica actúa siempre la misma estructura, así también las concepciones del mundo se hallan formadas a tenor del mismo esquema.

El secreto más recóndito de su especificación se halla en la regularidad que la conexión teológica de la vida anímica imprime en la estructura particular de las concepciones del mundo.

A pesar de la aparente accidentalidad de estas formaciones se da dentro de cada una de ellas un nexo final que surge de la dependencia recíproca de las cuestiones implicadas por el enigma de la vida, especialmente de la relación constante entre imagen del mundo, estimación del mundo y metas de la voluntad. Una naturaleza humana común y un orden de la individuación se hallan en firmes relaciones vitales con la realidad, y ésta es siempre y en todas partes la misma, la vida ofrece siempre los mismos aspectos.

A esta regularidad de la estructura de la concepción del mundo y su diferenciación en formas singulares se le añade un factor imprevisible: las variaciones de la vida, la mudanza de los tiempos, los cambios de la situación científica, el genio de las naciones y de los individuos: con esto cambia sin cesar el interés en los problemas, el poder de ciertas ideas que surgen de la vida histórica y la dominan; se hacen valer siempre en estas «formaciones» que son las concepciones del mundo, según el lugar histórico que ocupen, combinaciones nuevas de experiencias de la vida, de temples de ánimo, de ideas; son irregulares en virtud de sus elementos componentes, de su fuerza y de su significación en el todo. Sin embargo, gracias a la «legalidad» a que obedece en el fondo su estructura y a su lógica regularidad, no son «agregados» sino «formaciones».

Y se ve también, si sometemos estas formaciones a un método comparado, que se ordenan en grupos entre los que existe un cierto parentesco. Así como las lenguas, las religiones, los estados nos muestran, gracias al método comparado, ciertos tipos, líneas de desarrollo y reglas de las transformaciones, también en las concepciones del mundo se da igual circunstancia. Estos tipos atraviesan la singularidad históricamente condicionada de cada una de las formaciones. Se hallan condicionadas por la peculiaridad del campo [cultural] en que surgen. Pero sería un grave error del método constructivo pretender derivarlas de esta peculiaridad. Únicamente el método histórico comparado puede aproximarse a la fijación de tales tipos, sus variaciones, desarrollos, entrecruzamientos. La investigación debe mantener, ante sus resultados, abierta siempre la posibilidad de un desarrollo. Toda fijación es provisional. No es más que un medio auxiliar para ahondar cada vez más en lo histórico. Y al método histórico comparado se asocia siempre su preparación mediante la consideración sistemática y la interpretación de lo histórico a base de ella. También esta interpretación psicológica y sistemático-histórica de lo histórico se halla expuesta a las fallas del pensamiento constructivo, que pretendería colocar en cada campo, como base del ordenamiento, una relación sencilla que funcionaría a manera de un resorte formador del mismo.

Resumo lo dicho hasta ahora con un principio que la consideración histórica comparada corrobora en cada punto. Las concepciones del mundo no son productos del pensamiento. No nacen de la pura voluntad de conocer. La captación de la realidad constituye un factor importante en su formación, pero no es más que uno. Surge de las actitudes vitales, de la experiencia de la vida, de la estructura de nuestra totalidad psíquica. La elevación de la vida a conciencia en el conocimiento de la realidad, la estimación de la vida y la realización de la voluntad representa el arduo y lento trabajo aportado por la humanidad con el desarrollo de las concepciones del mundo.

Este principio fundamental de la teoría de las concepciones del mundo se confirma cuando contemplamos la marcha de la historia en su totalidad, y mediante esta marcha se corrobora también una consecuencia importante de nuestro principio, que nos lleva de nuevo al punto de partida de este ensayo. La formación de las concepciones del mundo se halla determinada por la voluntad de obtener la solidez de la imagen del mundo, de la apreciación de la vida, de la acción de la voluntad, según el rasgo fundamental de las etapas del desarrollo psíquico señalado por nosotros. Lo mismo la religión que la filosofía buscan solidez, fuerza actuante, señorío, validez universal. Pero la humanidad no ha avanzado ni un paso por este camino. La lucha de las concepciones del mundo entre sí no ha llegado a una decisión en ningún punto importante. La historia realiza una selección entre ellas, pero sus grandes tipos se mantienen unos junto a otros todopoderosos, indemostrables e indestructibles. No deben su origen a ninguna demostración, ya que no pueden ser destruidas tampoco por ninguna. Pueden ser rebatidas las etapas singulares y las formaciones especiales de un tipo, pero sus raíces vivas persisten y producen a su tiempo nuevas formaciones.

II. Los tipos de concepción del mundo en la religión, en la poesía y en la metafísica.

[...]

3. Los tipos de la concepción del mundo en la metafísica

Todos los hilos nos conducen ahora a la teoría de la estructura, tipos y desarrollo de las concepciones del mundo en la metafísica. Voy a resumir los factores decisivos en esta materia.

1. Todo el proceso del nacimiento y consolidación de las concepciones del mundo empuja en el sentido de elevarlas a un saber de validez universal. También en los poetas de máximo poder mental parece que las grandes impresiones comunican incesantemente a la vida una nueva luz: la tendencia de solidez lleva a remontarla. En el núcleo de las religiones universales persiste algo extraño y extremo, que procede de las vivencias religiosas potenciadas, de la fijación del alma en lo invisible, implicada por la técnica sacerdotal, y que es inaccesible a la razón. La ortodoxia se aferra a esto y, mientras la mística y el espiritualismo tratan de reconducirlo a la vivencia, el racionalismo pretende comprenderlo y no tiene más remedio que disolverlo: la voluntad de señorío de las religiones universales, que se había apoyado en la experiencia interna de los creyentes, en la tradición y en la autoridad, es reemplazada por la exigencia de la razón de que las concepciones del mundo cambien con arreglo a ella y se apoyen en ella. Cuando la concepción del mundo se eleva de esta suerte a una conexión conceptual, se funda científicamente y se presenta, por ende, con pretensión de validez universal, surge la metafísica. La historia sabe que allí donde aparece fue preparada antes por el desarrollo religioso, sabe que la poesía influye sobre ella y que también operan la complexión vital de las naciones, su enjuiciamiento de la vida y sus ideales. La voluntad de un saber de validez universal presta a esta nueva forma de concepción del mundo su estructura peculiar.

¿Quién podría decir en qué punto del trabajo cognoscitivo que actúa en todos los «nexos finales» de la sociedad se inicia ya la ciencia? El saber matemático y astronómico de los babilonios y los egipcios se desprende de las finalidades prácticas y de su conexión con el sacerdocio y se hace independiente en las colonias jónicas. Y como la investigación convirtió en objeto suyo la totalidad del mundo, la filosofía que nace y las primeras ciencias se traban en una relación íntima. La matemática, la astronomía y la geografía fueron otros tantos medios para el conocimiento del mundo. El viejo problema de la solución del enigma de la vida ocupó a los pitagóricos y a los heracliteanos no menos que a los sacerdotes del Oriente. Y cuando el poder en aumento de las ciencias naturales convirtió el problema de la explicación de la naturaleza en centro de la filosofía de las colonias, resultó que en el curso ulterior de la filosofía se discutieron en las escuelas filosóficas todas las grandes cuestiones contenidas en el enigma del mundo; todas ellas se enderezaban a la relación interna entre conocimiento de la realidad, dirección de la vida y conducta de los individuos y de la sociedad, en una palabra, al desenvolvimiento de una concepción del mundo.

La estructura de las concepciones del mundo de la metafísica fue determinada en un principio por su conexión con la ciencia. La imagen sensible del mundo fue trasformada en la astronómica; el mundo del sentimiento y de las acciones volitivas fue objetivado en conceptos de valores, bienes, y fines y reglas; la existencia de la forma conceptual y del fundamento condujo a los indagadores del enigma del mundo hacia la lógica y la teoría del conocimiento, como fundamentos primeros; el afán de la búsqueda de la solución empujó de lo dado en forma condicionada y limitada hacia un ser universal, una causa primera, un bien sumo y un fin último; la metafísica se convirtió en sistema y, elaborando las representaciones y los conceptos deficientes desarrollados por la vida y por la ciencia, pasó a otros conceptos auxiliares que sobrepasan todas las experiencias.

Junto a la relación de la metafísica con la ciencia se presentó además la relación con la cultura secular. Al entregarse la filosofía al espíritu de cada uno de los nexos finales de la cultura, cobra nuevas fuerzas y les presta al mismo tiempo la energía de su pensamiento fundamental. Establece para las ciencias los métodos y el valor cognoscitivo; las experiencias, sin método, de la vida y la literatura sobre ella, se desenvuelven al grado de un enjuiciamiento universal de la vida; eleva a conexión unitaria los conceptos fundamentales del derecho, tales como se han destacado en la práctica de la vida jurídica, pone en relación con las tareas más altas de la sociedad humana los principios acerca de las funciones del estado, las formas y sucesión de las constituciones que han surgido de la técnica de la vida política; ensaya la demostración de los dogmas, o cuando su oscuro núcleo permanece inaccesible al pensamiento conceptual, lleva a cabo su obra histórico-universal de disolución; racionaliza las formas y las reglas de la práctica artística partiendo de un fin del arte, y por todas partes pretende llevar a cabo la dirección de la sociedad mediante el pensamiento.

Y ahora lo último. Cada uno de estos sistemas metafísicos está condicionado por el lugar que ocupa en la historia de la filosofía; depende de una situación de los problemas y está determinado por los conceptos que surgen de ella.

Así se produce la estructura de estos sistemas metafísicos, la conexión lógica dentro de ellos y, al mismo tiempo, su irregularidad múltiplemente condicionada, lo representativo, que da expresión a una situación determinada del pensamiento científico en ciertos sistemas, y, al mismo tiempo, lo singular. De aquí que todo gran sistema metafísico resulte un complejo radiante que ilumina cada parte de la vida a que pertenece.

La tendencia de todo este gran movimiento es la de erigir un solo sistema metafísico de validez universal. A estos pensadores les parece la diferenciación de la metafísica, que procede de las profundidades de la vida, como un agregado accidental y subjetivo que es menester eliminar. El enorme trabajo encaminado a la creación de una conexión conceptual unánimemente demostrable, y en la cual el enigma de la vida estuviera resuelto metódicamente, cobra un significado autónomo; en el camino que conduce a esta meta cada sistema ocupa su lugar por la situación del trabajo conceptual. Y el curso de este trabajo transcurre en los países civilizados de Europa, primeramente en los estados del Mediterráneo, a partir del Renacimiento en los estados romano-germánicos y, ciertamente, en una capa superior, que sólo en ocasiones es influida en su trabajo por la religiosidad que domina bajo ella, y trata de sustraerse cada vez más a esta influencia.

2. En esta conexión se presentan diferencias en los sistemas que se basan en el carácter racional del trabajo metafísico. [...] Si consideramos las fundamentaciones de la metafísica, tropezaremos con las oposiciones de empirismo y racionalismo, de realismo e idealismo. La elaboración de la realidad dada se lleva a cabo con los conceptos antagónicos de lo uno y de lo múltiple, del devenir y del ser, de la causalidad y de la teleología, y a esto corresponden diferencias en los sistemas. Los diversos puntos de vista desde los que se abarca la relación del fundamento del mundo con el mundo y del cuerpo con el alma, se expresan en los puntos de vista del deísmo y del panteísmo, del materialismo y del espiritualismo. Desde los problemas de la filosofía práctica surgen otras diferencias, entre las que se destacan el eudemonismo y su prolongación en el utilitarismo, y la doctrina de una regla absoluta del mundo moral. Todas estas diferencias tienen su lugar en los diversos campos de la metafísica y señalan posibilidades de someter estos campos al pensamiento racional partiendo de conceptos antagónicos. En la conexión de un trabajo sistemático semejante, pueden ser considerados como hipótesis mediante las cuales el espíritu metafísico se va acercando a un sistema de validez universal. [...]

¿Quién podría desconocer la importancia que corresponde al trabajo conceptual de la filosofía en los campos más diversos? Prepara a las ciencias independientes; las abarca en unidad. Sobre esto he hablado antes en detalle. Pero lo que distingue estas aportaciones de la metafísica del trabajo de las ciencias positivas es la voluntad de someter a la conexión del universo y de la vida los métodos científicos que se han desarrollado en cada uno de los campos particulares del saber. Al concluir lo absoluto sobrepasa los límites metódicos de las ciencias particulares.

3. En este punto puedo ya expresar con claridad la idea fundamental de que ha partido mi ensayo de una teoría de las concepciones del mundo y que también inspira este trabajo. La conciencia histórica nos lleva más allá de esa dirección de los metafísicos hacia un sistema unitario de validez universal, más allá de las diferencias, condicionadas por tal dirección, que separan a los pensadores, y, finalmente, más allá del ordenamiento de estas diferencias en clasificaciones. De este modo se convierte en objeto suyo la pugna efectivamente existente entre los sistemas en su íntegra constitución. La conciencia histórica contempla la estructura íntegra de los sistemas en conexión con el desarrollo de las religiones y de la poesía. Muestra cómo todo ese trabajo conceptual de la metafísica no ha adelantado un paso en el camino de un sistema unitario. Se ve que la pugna entre los sistemas metafísicos descansa, en último término, en la vida misma, en la experiencia de la vida, en las posiciones ante los problemas de la vida. [...]

De manera patente se acusa la naturaleza de estos tipos si consideramos los grandes genios metafísicos que han expresado la complexión vital personal que en ellos actuaba en sistemas conceptuales con pretensiones de validez. La complexión vital de los mismos coincide con su carácter. Se expresa en su ordenamiento de la vida. Llena todas sus acciones. Se manifiesta en su estilo. Y si sus sistemas se hallan condicionados, naturalmente, por la situación del mundo conceptual en que se presentan, históricamente considerados sus conceptos no son tampoco más que medios auxiliares para la construcción y la demostración de su concepción del mundo. [...]

Entendida así, toda auténtica concepción del mundo es una intuición que surge del hecho de estar inmerso en la vida. Los primeros apuntes de Hegel, que surgen del contacto de sus experiencias metaflsicas-religiosas con la interpretación de los primeros documentos cristianos, nos ofrecen un ejemplo de tales intuiciones. Esta inmersión en la vida se verifica tomando posiciones en ella, dentro de sus implicaciones vitales. Este es también el sentido profundo de esa expresión equívoca de que el poeta es el verdadero hombre. A estas tomas ,de posición se le abren ciertos aspectos del mundo. No me atrevo a ir más adelante. No conocemos la ley formativa a que obedece la diferenciación de los sistemas metafísicos a partir de la vida. Si queremos acercarnos a la captación de los tipos de concepción del mundo tendremos que dirigirnos a la historia. Y lo esencial que a este particular nos enseña la historia es esa conexión entre vida y metafísica, la necesidad de considerar a esa inmersión en la vida como centro de los sistemas; la conciencia de las grandes conexiones de sistemas que atraviesan la historia toda y en las que se da una actitud típica, siendo indiferente en qué forma se delimiten y se dividan. De lo que se trata es de ver con más profundidad a partir de la vida, de ir tras el rastro de las grandes intenciones de la metafísica.

Este es también el sentido con el que yo presento una distinción de tres tipos capitales. No existe ningún otro recurso para llegar a semejante clasificación que la comparación histórica. Constituye su punto de partida que toda mente metafísica, al enfrentarse con el enigma de la vida, deshace sus nudos desde un determinado lugar; éste se halla condicionado por su posición ante la vida, y desde ella se desarrolla la estructura singular de su sistema. Podemos agrupar los sistemas únicamente a tenor de la relación de dependencia, afinidad, atracción o repulsión recíproca. Pero se hace sentir una dificultad inherente a toda comparación histórica. De un modo anticipado tiene que establecer un patrón para poder seleccionar los rasgos en aquello que compara, y este patrón determina el procedimiento ulterior. Por eso lo que yo propongo reviste un carácter enteramente provisional. Lo nuclear no puede ser sino la intuición, que surge de la larga ocupación con los sistemas metafísicos. Ya su captación en una fórmula histórica ha de tener carácter subjetivo. Y dejo a cada cual en libertad para arreglar el asunto lógicamente de otra manera, ya sea asociando las dos formas del idealismo o reuniendo el idealismo objetivo con el naturalismo o según otras posibilidades que pudieran existir. Esta distinción de tipos nos ha de servir tan sólo para ver con mayor hondura en la historia y, ciertamente, a partir de la vida.


Ver "la ley formativa de las concepciones del mundo".

Ver "La vida y las concepciones del mundo".