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Russell, Bertrand: teoria de les descripcions/es

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La teoría de las descripciones, antes mencionada, fue establecida por primera vez en mi artículo «Sobre la denotación», en Mind, 1905. Esta doctrina pareció tan descabellada al director, que me rogó volviera a considerarla y que no le pidiese publicarla como estaba. Yo estaba persuadido de su solidez, sin embargo, y no cedí. Después fue generalmente aceptada y llegó a ser considerada como mi contribución más importante a la lógica. Es cierto que existe hoy una nueva reacción contra ella, de parte de los que no creen en la distinción entre nombres y palabras. Pero creo que esta reacción se produce solamente entre los que nunca han intentado ocuparse de lógica matemática. En todo caso, nunca he podido encontrar validez en sus críticas. Admitiré, no obstante, que la doctrina de los nombres quizá sea un poco más difícil de lo que pensé en otro tiempo. Sin embargo, pasaré por alto tales dificultades y me ocuparé del lenguaje ordinario, tal como comúnmente se emplea.

Tomé para mi argumentación el contraste entre el nombre «Scott» y la descripción «el autor de Waverley». El enunciado «Scott es el autor de Waverley» expresa una identidad y no una tautología. Jorge IV quiso saber si Scott fue el autor de Waverley, pero no quería saber si Scott era Scott. Si bien esto es perfectamente inteligible para todo el mundo, aunque no haya estudiado lógica, presenta un conflicto para el lógico. Los lógicos piensan (o solían pensar) que si dos frases denotan el mismo objeto, una proposición que contenga a una de ellas puede ser reemplazada siempre por una proposición que contenga a la otra, sin dejar de ser verdadera, si era cierta, o falsa, si era falsa. Pero, como acabamos de ver, podéis convertir una proposición verdadera en falsa sustituyendo «el autor de Waverley» por «Scott». Esto demuestra que es necesario distinguir entre un nombre y una descripción. Scott es un nombre, pero «el autor de Waverley» es una descripción.

Otra distinción importante entre nombres y descripciones es que un nombre no puede aparecer significativamente en una proposición, a menos que haya algo que denomine, mientras que una descripción no está sujeta a esta limitación. Meinong, por cuya obra he sentido gran respeto, no observó esta diferencia. Señalaba que es posible hacer afirmaciones en las que el sujeto lógico sea «la montaña de oro», aunque no exista ninguna montaña de oro. Argüía: si decís que la montaña de oro no existe, es obvio que hay algo que estáis diciendo que no existe, es decir, la montaña de oro; por tanto, la montaña de oro debe subsistir en algún oscuro mundo platónico del ser, porque, de otro modo, vuestra afirmación de que la montaña de oro no existe no tendría significado. Confieso que, hasta que di con la teoría de las descripciones, me pareció convincente este argumento. El punto esencial de la teoría era que, aunque «la montaña de oro» pueda ser gramaticalmente el sujeto de una proposición con significado, tal proposición, cuando se analiza correctamente, deja de tener tal sujeto. La proposición «la montaña de oro no existe» se convierte en «la función proposicional “x es de oro y es una montaña” es falsa para todos los valores de x». El enunciado «Scott es el autor de Waverley» se convierte en «para todos los valores de x, “x escribió Waverley” es equivalente a “x es Scott”». Aquí, la frase «el autor de Waverley» ya no aparece.

La teoría arrojó luz también sobre el significado de «existencia». «El autor de Waverley existe» quiere decir «hay un valor de c para el cual es cierta la función proposicional: “x escribió Waverley” es siempre equivalente a “x es c”». La existencia, en este sentido, puede afirmarse solamente de una descripción, y, cuando se analiza, se descubre que es un caso de función proposicional que es verdadera por lo menos para un valor de la variable. Podemos decir «el autor de Waverley existe» y podemos decir «Scott es el autor de Waverley», pero «Scott existe» no es gramaticalmente correcto. En el mejor de los casos, puede interpretarse su significado como «la persona llamada “Scott” existe», pero «la persona llamada “Scott” es una descripción, no un nombre. Cuando quiera que un nombre se emplea correctamente como tal nombre, no es correcto gramaticalmente decir «que existe».

El punto central de la teoría de las descripciones era que una frase puede contribuir al significado de una oración sin tener significado en absoluto aisladamente. En el caso de las descripciones hay una prueba clara de esto: si «el autor de Waverley» significara cualquier otra cosa en vez de «Scott», «Scott es el autor de Waverley» sería una tautología, que no lo es. Por tanto, «el autor de Waverley» no significa «Scott» ni cualquier otra cosa; es decir, «el autor de Waverley» no significa nada, quod erat demonstrandum.