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Romerales, I.: objeccions a l'eternitat divina/es

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Hay dos grupos fundamentales de objeciones:

a) la atemporalidad (o la inmutabilidad) es incompatible con la omnisciencia, y

b) la atemporalidad es incompatible con las acciones divinas en el tiempo.

Veamos la primera. Una serie de filósofos afirma que si un ser omnisciente conoce todas las proposiciones verdaderas, entonces, dado que algunas proposiciones -en particular las expresadas por oraciones que contienen elementos indéxicos temporales como tiempos verbales o palabras como «ahora»- varían su verdad a lo largo del tiempo, lo que un ser omnisciente sabe varía a lo largo del tiempo; por ello, un ser omnisciente tiene que variar con el tiempo. Así Prior (1962) ha afirmado que si Dios fuese atemporal sólo podría tener conocimiento de las verdades en sí mismas atemporales; y Pike (1970) que aunque Dios pueda tener conocimientos temporales, no puede expresarlos temporalmente. [...]

Hay una objeción más decisiva contra la atemporalidad. Wolterstorff (1975) ha afirmado que el Dios bíblico es un Dios que responde a los hombres en la historia, «Dios el Redentor no puede ser un Dios eterno. Esto es así porque Dios el Redentor es un Dios que cambia». Las acciones de Dios ocurren claramente en el tiempo, particularmente la Encarnación. Un Dios que reacciona ante las acciones humanas, que responde a las oraciones, que planifica o recuerda, realiza actos innegablemente temporales. En la misma vena, [...] Swinburne (1977) afirma que un ser atemporal no puede ser una persona. [...]

A fin de preservar la inmutabilidad de un Dios que, como el bíblico, obra en el tiempo y la historia, santo Tomás afirmó que sus decisiones están tomadas desde toda la eternidad, de modo que no implica cambio alguno de voluntad. En cuanto a cómo puede tal ser producir efectos en el tiempo, santo Tomás afirmó que mientras la causa es su acción eterna, el efecto puede ser temporal. [...]