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No hay que decir, pues, que nuestro cuerpo está en el espacio ni, tampoco, que está en el tiempo. Habita el espacio y el tiempo Si mi mano ejecuta en el aire un desplazamiento complicado, para saber su posición final no tengo que sumar los movimientos en un mismo sentido y restar los movimientos en sentido contrario. «Todo cambio identificable llega a la consciencia ya cargado de sus relaciones para con aquello que lo ha precedido, como en un taxímetro la distancia ya se nos presenta transformada en chelines y peniques.» En cada instante las posturas y los movimientos precedentes proporcionan un patrón de medida siempre a disposición. No se trata del «recuerdo» visual o motor de la posición de la mano en el punto de partida: unas lesiones cerebrales pueden dejar intacto el recuerdo visual a la par que suprimiendo la consciencia del movimiento y, en cuanto al «recuerdo motor», está claro que no podría determinar la posición presente de mi mano, si la percepción de la que ha nacido no hubiese encerrado una consciencia absoluta del «aquí», sin la cual se nos remitirla de recuerdo en recuerdo y nunca tendríamos una percepción actual. Así como está necesariamente «aquí», el cuerpo existe necesariamente «ahora»; nunca puede devenir «pasado», y si no podemos guardar, en estado de salud, el recuerdo viviente de la enfermedad, o, en la edad adulta, el recuerdo de nuestro cuerpo de cuando éramos niños, estas «lagunas de la memoria» no hacen sino expresar la estructura temporal de nuestro cuerpo. A cada instante de un movimiento, el instante precedente no es ignorado, pero está como encapsulado en el presente y la percepción presente consiste, en definitiva, en volver a captar, apoyándose en la posición actual, la serie de posiciones anteriores que se envuelven unas a otras. Pero la posición inminente también está envuelta en el presente y, por ella, todas las que vendrán hasta el término del movimiento. Cada momento del movimiento abarca toda su extensión y, en particular, el primer momento, la iniciación cinética, inaugura la vinculación de un aquí y un allá, de un ahora y de un futuro que los demás momentos se limitarán a desarrollar. En tanto que tengo un cuerpo y que actúo a través del mismo en el mundo, el espacio y el tiempo no son para mí una suma de puntos yuxtapuestos, como tampoco una infinidad de relaciones de los que mi consciencia operaría la síntesis y en la que ella implicaría mi cuerpo; yo no estoy en el espacio y en el tiempo, no pienso en el espacio y en el tiempo, soy del espacio y del tiempo (a l'espace et au temps) y mi cuerpo se aplica a ellos y los abarca. La amplitud de este punto de apoyo mide el de mi existencia; pero, de todas formas jamás puede ser total: el espacio y el tiempo que yo habito tienen siempre, por una parte y otra, unos horizontes indeterminados que encierran otros puntos de vista. La síntesis del tiempo, como la del espacio, está siempre por reiniciar.
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No hay que decir, pues, que nuestro cuerpo está en el espacio ni, tampoco, que está en el tiempo. Habita el espacio y el tiempo Si mi mano ejecuta en el aire un desplazamiento complicado, para saber su posición final no tengo que sumar los movimientos en un mismo sentido y restar los movimientos en sentido contrario. «Todo cambio identificable llega a la consciencia ya cargado de sus relaciones para con aquello que lo ha precedido, como en un taxímetro la distancia ya se nos presenta transformada en chelines y peniques.» En cada instante las posturas y los movimientos precedentes proporcionan un patrón de medida siempre a disposición. No se trata del «recuerdo» visual o motor de la posición de la mano en el punto de partida: unas lesiones cerebrales pueden dejar intacto el recuerdo visual a la par que suprimiendo la consciencia del movimiento y, en cuanto al «recuerdo motor», está claro que no podría determinar la posición presente de mi mano, si la percepción de la que ha nacido no hubiese encerrado una consciencia absoluta del «aquí», sin la cual se nos remitiría de recuerdo en recuerdo y nunca tendríamos una percepción actual. Así como está necesariamente «aquí», el cuerpo existe necesariamente «ahora»; nunca puede devenir «pasado», y si no podemos guardar, en estado de salud, el recuerdo viviente de la enfermedad, o, en la edad adulta, el recuerdo de nuestro cuerpo de cuando éramos niños, estas «lagunas de la memoria» no hacen sino expresar la estructura temporal de nuestro cuerpo. A cada instante de un movimiento, el instante precedente no es ignorado, pero está como encapsulado en el presente y la percepción presente consiste, en definitiva, en volver a captar, apoyándose en la posición actual, la serie de posiciones anteriores que se envuelven unas a otras. Pero la posición inminente también está envuelta en el presente y, por ella, todas las que vendrán hasta el término del movimiento. Cada momento del movimiento abarca toda su extensión y, en particular, el primer momento, la iniciación cinética, inaugura la vinculación de un aquí y un allá, de un ahora y de un futuro que los demás momentos se limitarán a desarrollar. En tanto que tengo un cuerpo y que actúo a través del mismo en el mundo, el espacio y el tiempo no son para mí una suma de puntos yuxtapuestos, como tampoco una infinidad de relaciones de los que mi consciencia operaría la síntesis y en la que ella implicaría mi cuerpo; yo no estoy en el espacio y en el tiempo, no pienso en el espacio y en el tiempo, soy del espacio y del tiempo (a l'espace et au temps) y mi cuerpo se aplica a ellos y los abarca. La amplitud de este punto de apoyo mide el de mi existencia; pero, de todas formas jamás puede ser total: el espacio y el tiempo que yo habito tienen siempre, por una parte y otra, unos horizontes indeterminados que encierran otros puntos de vista. La síntesis del tiempo, como la del espacio, está siempre por reiniciar.

Revisió de 16:31, 13 oct 2017

No hay que decir, pues, que nuestro cuerpo está en el espacio ni, tampoco, que está en el tiempo. Habita el espacio y el tiempo Si mi mano ejecuta en el aire un desplazamiento complicado, para saber su posición final no tengo que sumar los movimientos en un mismo sentido y restar los movimientos en sentido contrario. «Todo cambio identificable llega a la consciencia ya cargado de sus relaciones para con aquello que lo ha precedido, como en un taxímetro la distancia ya se nos presenta transformada en chelines y peniques.» En cada instante las posturas y los movimientos precedentes proporcionan un patrón de medida siempre a disposición. No se trata del «recuerdo» visual o motor de la posición de la mano en el punto de partida: unas lesiones cerebrales pueden dejar intacto el recuerdo visual a la par que suprimiendo la consciencia del movimiento y, en cuanto al «recuerdo motor», está claro que no podría determinar la posición presente de mi mano, si la percepción de la que ha nacido no hubiese encerrado una consciencia absoluta del «aquí», sin la cual se nos remitiría de recuerdo en recuerdo y nunca tendríamos una percepción actual. Así como está necesariamente «aquí», el cuerpo existe necesariamente «ahora»; nunca puede devenir «pasado», y si no podemos guardar, en estado de salud, el recuerdo viviente de la enfermedad, o, en la edad adulta, el recuerdo de nuestro cuerpo de cuando éramos niños, estas «lagunas de la memoria» no hacen sino expresar la estructura temporal de nuestro cuerpo. A cada instante de un movimiento, el instante precedente no es ignorado, pero está como encapsulado en el presente y la percepción presente consiste, en definitiva, en volver a captar, apoyándose en la posición actual, la serie de posiciones anteriores que se envuelven unas a otras. Pero la posición inminente también está envuelta en el presente y, por ella, todas las que vendrán hasta el término del movimiento. Cada momento del movimiento abarca toda su extensión y, en particular, el primer momento, la iniciación cinética, inaugura la vinculación de un aquí y un allá, de un ahora y de un futuro que los demás momentos se limitarán a desarrollar. En tanto que tengo un cuerpo y que actúo a través del mismo en el mundo, el espacio y el tiempo no son para mí una suma de puntos yuxtapuestos, como tampoco una infinidad de relaciones de los que mi consciencia operaría la síntesis y en la que ella implicaría mi cuerpo; yo no estoy en el espacio y en el tiempo, no pienso en el espacio y en el tiempo, soy del espacio y del tiempo (a l'espace et au temps) y mi cuerpo se aplica a ellos y los abarca. La amplitud de este punto de apoyo mide el de mi existencia; pero, de todas formas jamás puede ser total: el espacio y el tiempo que yo habito tienen siempre, por una parte y otra, unos horizontes indeterminados que encierran otros puntos de vista. La síntesis del tiempo, como la del espacio, está siempre por reiniciar.