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En resumen, en el problema de la metafísica interviene significativamente la cuestión del sujeto. Por un lado, en la tradición fenomenológico-existencial y neokantiana, «metafísica» es precisamente ese modo de pensar que postula el enfrentamiento especular de yo y de un mundo real, de un sujeto pensante y una naturaleza más o menos «inerte»; por otro lado, la noción de metafísica evoca el problema de los límites del lenguaje en relación con la experiencia y con naturaleza personal, subjetiva, y lingüísticamente orientada de cada experiencia.
 
En resumen, en el problema de la metafísica interviene significativamente la cuestión del sujeto. Por un lado, en la tradición fenomenológico-existencial y neokantiana, «metafísica» es precisamente ese modo de pensar que postula el enfrentamiento especular de yo y de un mundo real, de un sujeto pensante y una naturaleza más o menos «inerte»; por otro lado, la noción de metafísica evoca el problema de los límites del lenguaje en relación con la experiencia y con naturaleza personal, subjetiva, y lingüísticamente orientada de cada experiencia.
  
En la tradición filosófica se entrelazan y se confunden dos sentidos concretos del término. El primero es el de la metafísica como ontología, saber que se ocupa del ser en cuanto a tal, el segundo es el metafísica como «transcendencia» de las cosas reales i de la experiencia inmediata. <ref> Existe, obviamente, un tercer significado: la noción de metafísica como doctrinl de «el Uno-todo». Esta noción corresponde a una lectura en sentido lógico-aritmetizante de la metafísica como ciencia del Ser (un solo ser como trasfondo y lugar de la multipliddad de los entes). En Nachmctaphysische Denken, Habermas recalca el aspecto unificador de la metafísica como doctrina del Uno-todo en detrimento de lo ontológico (págs. 153 y 156-162), y a partir de este perfil interpreta el reciente «nacimiento de la metafísica» como expresión de una frustrada voluntad de unificación que sería el requisito del pensamiento moderno (véase también Discurso filosófico de la modernidad, trad. esp. Madrid, Taurus, 1993). Por el contrario, la interpretación ontològica, conectando más bien con la investigación antihegeliana o posthegeliana de un territorio «más amplio» respecto al ser idealista-transcendental, se presenta como premisa de una posición antimetafisica y a la vez antimodema. Sobre la conexión entre metafísica y modernidad puede consultarse D. Henrich, Konzept, Frankfurt, Suhrkamp, 1997, págs. 11-43, y Habermas, op. cit,, cap. 2. La metafísica como transcendencia se encuentra revalorizada por Adorno, en Negative Dialektik, cit., págs. 352-398.</ref>
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En la tradición filosófica se entrelazan y se confunden dos sentidos concretos del término. El primero es el de la metafísica como ontología, saber que se ocupa del ser en cuanto a tal, el segundo es el metafísica como «transcendencia» de las cosas reales i de la experiencia inmediata. (1)  
  
 
La convergencia de los dos significados, como recuerda Heidegger (Kant und das Problem der Metaphysik, cit., pàgs. 17 y ss) se debe al hecho de que los libros aristotélicos  colocados por Andrónico de Rodas «después » (metá) de los libros de física trataban precisamente del problema del ser. El hecho de que más tarde la «transcendencia de la física» se haya visto envuelta en la cuestión de la experiencia (sobre todo en la interpretación kantiana, aunque también, de forma más general, en el desarrollo de la modernidad) ha provocado un transcripción gnoseológica posterior, de manera que en el campo de la metafísica se ha llegado a concentrar todo el complejo de problemáticas relacionadas con la realidad, el ser, los objetos del conocimiento, los límites y los fundamentos del saber.  
 
La convergencia de los dos significados, como recuerda Heidegger (Kant und das Problem der Metaphysik, cit., pàgs. 17 y ss) se debe al hecho de que los libros aristotélicos  colocados por Andrónico de Rodas «después » (metá) de los libros de física trataban precisamente del problema del ser. El hecho de que más tarde la «transcendencia de la física» se haya visto envuelta en la cuestión de la experiencia (sobre todo en la interpretación kantiana, aunque también, de forma más general, en el desarrollo de la modernidad) ha provocado un transcripción gnoseológica posterior, de manera que en el campo de la metafísica se ha llegado a concentrar todo el complejo de problemáticas relacionadas con la realidad, el ser, los objetos del conocimiento, los límites y los fundamentos del saber.  
  
El denominador común que une a los analíticos y a los continentales en el transcurso del siglo es la necesidad de «sobrepasar» la metafísica. Tanto en Heidegger como en Camap (circunstancia recordada por Habermas y por Badiou), <ref> Véase J. Habermas, El pensamiento postmetafisico. La afinidad de Camap y Heidegger sobre el problema de la metafísica ha sido señalada por Alain Badiou como un trasfondo determinante en la crisis de la filosofía en la época actual, Hermenéutica, filosofía analítica, postmodernismo, «desde Camap a Vattimo pasando Heidegger y Wittgenstein» (Manifiesto por la filosofia, cit.) coinciden tanto en el «fin» de la herencia platónica como en el dominio del lenguaje: «concuerdan en el hecho de entender el lenguaje como el punto de partida absoluto del pensamiento». Por tanto, en relanzamiento de la metafísica, Badiou se ve obligado a derrotar a la «filosofía lingüística», a la nueva «sofística» que se opone al platonismo filosófico, a la recuperación de la noción de verdad en filosofía. </ref>, la metafísica es aquello de lo que nos debemos desembarazar en filosofía. El hecho de que esto no determine un acuerdo fundamental o al menos inicial entre las dos tradiciones se explica si consideramos que por «metafísica» se entienden cosas dis¬tintas, y que, por tanto, los modos y las razones de la superaciónson claramente distintas.
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El denominador común que une a los analíticos y a los continentales en el transcurso del siglo es la necesidad de «sobrepasar» la metafísica. Tanto en Heidegger como en Camap (circunstancia recordada por Habermas y por Badiou) (2), la metafísica es aquello de lo que nos debemos desembarazar en filosofía. El hecho de que esto no determine un acuerdo fundamental o al menos inicial entre las dos tradiciones se explica si consideramos que por «metafísica» se entienden cosas distintas, y que, por tanto, los modos y las razones de la superaciónson claramente distintas.
  
 
En la tradición analítica, la metafísica se identifica con un tipo de discurso que trata de cosas o entidades que van más allá de la experiencia común y de lo que la ciencia define como real: teniendo en cuenta que la que la ciencia y la experiencia determinan las «condiciones de asertabilidad» de los enunciados, se obtiene que la metafísica no respeta los límites del lenguaje (o bien las condiciones a partir de la cuales puede determinar el significado) y formula expresiones privadas de sentido o dotadas de un sentido sólo aparente. En la tradición continental, la metafísica se entiende como una metodología de pensamiento que presupone una contraposición entre el sujeto y el objeto y que por esto postula la necesidad de que el primero transcienda la mera «apariencia» del segundo.
 
En la tradición analítica, la metafísica se identifica con un tipo de discurso que trata de cosas o entidades que van más allá de la experiencia común y de lo que la ciencia define como real: teniendo en cuenta que la que la ciencia y la experiencia determinan las «condiciones de asertabilidad» de los enunciados, se obtiene que la metafísica no respeta los límites del lenguaje (o bien las condiciones a partir de la cuales puede determinar el significado) y formula expresiones privadas de sentido o dotadas de un sentido sólo aparente. En la tradición continental, la metafísica se entiende como una metodología de pensamiento que presupone una contraposición entre el sujeto y el objeto y que por esto postula la necesidad de que el primero transcienda la mera «apariencia» del segundo.
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Partiendo de una clara divergencia inicial en sus respectivos significados y valores del concepto, la filosofía analítica y la continental acaban encontrándose en un «giro lingüístico» común. [...] No obstante, se siguen manteniendo elementos de divergencia, sobre todo porque son muchos y diferentes los modos de valorar el lenguaje y de hacer uso en filosofía, pero también debido a que las diferencias entre sus respectivas «ontologías », y entre sus respectivas nociones de« metafísica »continúan actuando profundamente.
 
Partiendo de una clara divergencia inicial en sus respectivos significados y valores del concepto, la filosofía analítica y la continental acaban encontrándose en un «giro lingüístico» común. [...] No obstante, se siguen manteniendo elementos de divergencia, sobre todo porque son muchos y diferentes los modos de valorar el lenguaje y de hacer uso en filosofía, pero también debido a que las diferencias entre sus respectivas «ontologías », y entre sus respectivas nociones de« metafísica »continúan actuando profundamente.
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Existe, obviamente, un tercer significado: la noción de metafísica como doctrinl de «el Uno-todo». Esta noción corresponde a una lectura en sentido lógico-aritmetizante de la metafísica como ciencia del Ser (un solo ser como trasfondo y lugar de la multipliddad de los entes). En Nachmctaphysische Denken, Habermas recalca el aspecto unificador de la metafísica como doctrina del Uno-todo en detrimento de lo ontológico (págs. 153 y 156-162), y a partir de este perfil interpreta el reciente «nacimiento de la metafísica» como expresión de una frustrada voluntad de unificación que sería el requisito del pensamiento moderno (véase también Discurso filosófico de la modernidad, trad. esp. Madrid, Taurus, 1993). Por el contrario, la interpretación ontològica, conectando más bien con la investigación antihegeliana o posthegeliana de un territorio «más amplio» respecto al ser idealista-transcendental, se presenta como premisa de una posición antimetafisica y a la vez antimodema. Sobre la conexión entre metafísica y modernidad puede consultarse D. Henrich, Konzept, Frankfurt, Suhrkamp, 1997, págs. 11-43, y Habermas, op. cit,, cap. 2. La metafísica como transcendencia se encuentra revalorizada por Adorno, en Negative Dialektik, cit., págs. 352-398.
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Véase J. Habermas, El pensamiento postmetafisico. La afinidad de Camap y Heidegger sobre el problema de la metafísica ha sido señalada por Alain Badiou como un trasfondo determinante en la crisis de la filosofía en la época actual, Hermenéutica, filosofía analítica, postmodernismo, «desde Camap a Vattimo pasando Heidegger y Wittgenstein» (Manifiesto por la filosofia, cit.) coinciden tanto en el «fin» de la herencia platónica como en el dominio del lenguaje: «concuerdan en el hecho de entender el lenguaje como el punto de partida absoluto del pensamiento». Por tanto, en relanzamiento de la metafísica, Badiou se ve obligado a derrotar a la «filosofía lingüística», a la nueva «sofística» que se opone al platonismo filosófico, a la recuperación de la noción de verdad en filosofía.

Revisió de 16:38, 10 juny 2020

La expresión metà tà physiká», escribe Heidegger en Kant und das Problem der Metaphysik (1929, Frankfurt, Klostermann, 1973), «designa un estado de fundamental turbación filosófica». Turbación filosófica significa a en este contexto sobre todo turbación en la autocomprensión de la filosofía, incerteza respecto al papel y al destino del discurso filosófico.

En efecto, en la cuestión de la metafísica se concentran a lo largo la historia del pensamiento contemporáneo, tanto en el ámbito analítico como en el continental, un buen número de problemas típicamente metafilosóficos: la cuestión de las relaciones entre filosofía y ciencia , y la de los criterios para definir los límites y las condiciones del lenguaje científico (neopositivismo); la cuestión de los mitos, de las narraciones y de las creencias que fundamentan y legitiman nuestro conocimiento (la metafísica como saber mítico-narrativo, en Popper, Rorty, Lyotard, Kolakowski, Blumenberg); la cuestión de la ontologia y la del realismo (la legitimidad que tenemos para hablar de cosas «reales», distintas de las teorías y de los lenguajes, o para hablar de la existencia o inexistencia de las cosas, de lo que existe y de lo que no existe y de la naturaleza del ser en general).

En resumen, en el problema de la metafísica interviene significativamente la cuestión del sujeto. Por un lado, en la tradición fenomenológico-existencial y neokantiana, «metafísica» es precisamente ese modo de pensar que postula el enfrentamiento especular de yo y de un mundo real, de un sujeto pensante y una naturaleza más o menos «inerte»; por otro lado, la noción de metafísica evoca el problema de los límites del lenguaje en relación con la experiencia y con naturaleza personal, subjetiva, y lingüísticamente orientada de cada experiencia.

En la tradición filosófica se entrelazan y se confunden dos sentidos concretos del término. El primero es el de la metafísica como ontología, saber que se ocupa del ser en cuanto a tal, el segundo es el metafísica como «transcendencia» de las cosas reales i de la experiencia inmediata. (1)

La convergencia de los dos significados, como recuerda Heidegger (Kant und das Problem der Metaphysik, cit., pàgs. 17 y ss) se debe al hecho de que los libros aristotélicos colocados por Andrónico de Rodas «después » (metá) de los libros de física trataban precisamente del problema del ser. El hecho de que más tarde la «transcendencia de la física» se haya visto envuelta en la cuestión de la experiencia (sobre todo en la interpretación kantiana, aunque también, de forma más general, en el desarrollo de la modernidad) ha provocado un transcripción gnoseológica posterior, de manera que en el campo de la metafísica se ha llegado a concentrar todo el complejo de problemáticas relacionadas con la realidad, el ser, los objetos del conocimiento, los límites y los fundamentos del saber.

El denominador común que une a los analíticos y a los continentales en el transcurso del siglo es la necesidad de «sobrepasar» la metafísica. Tanto en Heidegger como en Camap (circunstancia recordada por Habermas y por Badiou) (2), la metafísica es aquello de lo que nos debemos desembarazar en filosofía. El hecho de que esto no determine un acuerdo fundamental o al menos inicial entre las dos tradiciones se explica si consideramos que por «metafísica» se entienden cosas distintas, y que, por tanto, los modos y las razones de la superaciónson claramente distintas.

En la tradición analítica, la metafísica se identifica con un tipo de discurso que trata de cosas o entidades que van más allá de la experiencia común y de lo que la ciencia define como real: teniendo en cuenta que la que la ciencia y la experiencia determinan las «condiciones de asertabilidad» de los enunciados, se obtiene que la metafísica no respeta los límites del lenguaje (o bien las condiciones a partir de la cuales puede determinar el significado) y formula expresiones privadas de sentido o dotadas de un sentido sólo aparente. En la tradición continental, la metafísica se entiende como una metodología de pensamiento que presupone una contraposición entre el sujeto y el objeto y que por esto postula la necesidad de que el primero transcienda la mera «apariencia» del segundo.

De esta manera, en ambos casos la metafísica implica una voluntad y una pretensión de transcendencia (como sugiere uno de los significados clásicos del término, el de su origen bibliográfico). Sin embargo, segundo caso, la razón reconocida de esta pretensión es precisamente lo que en el primero, en la filosofía de tipo neopositivista-analítica se le contrapone, es decir, la visión de los «hechos» como datos objetivos y extrateóricos y la postulación de un sujeto dotado de un lenguaje y un pensamiento capaz de describirlos.

De esta divergencia se sigue una predecible disparidad de valoraciones en la tradición continental la aptitud metafísica (según una definición que parte del idealismo) es el distintivo de un pensamiento de separación, del sujeto contrapuesto al objeto, de la realidad contrapuesta a la apariencia; en la tradición neopositivista y analítica la metafísica es el desconocimiento sistemático de la separación entre ciencia y experiencia emocional, entre lenguaje y realidad, entre cuestiones de sentido y de hecho, entre creencias, deseos (pretensiones, intenciones, voliciones) y experiencias observables. (Desde la óptica heideggeriana se propone posteriormente un paso más: el desconocimiento de la diferencia entre ser y entes se identifica precisamente con lo que determina la neutralidad científica).

[...] Sin embargo, incluso en algunos maestros de las dos tradiciones (analíticos y continentales) [...] en Wittgenstein y en Heidegger, el problema de la metafísica, es decir, la exigencia de superar la visión tradicional del ser (Heidegger) y la «falta de sentido» de las expresiones filosóficas tradicionales (Wittgenstein) envolvía una reflexión sobre la naturaleza del lenguaje. De hecho, en ambas tradiciones, al margen de sus diferencias radicales, es el lenguaje el punto donde va a parar la reflexión sobre la metafísica, el territorio donde esta presenta sus límites y sus condiciones de posibilidad.

Partiendo de una clara divergencia inicial en sus respectivos significados y valores del concepto, la filosofía analítica y la continental acaban encontrándose en un «giro lingüístico» común. [...] No obstante, se siguen manteniendo elementos de divergencia, sobre todo porque son muchos y diferentes los modos de valorar el lenguaje y de hacer uso en filosofía, pero también debido a que las diferencias entre sus respectivas «ontologías », y entre sus respectivas nociones de« metafísica »continúan actuando profundamente.



Notas:

(1)

Existe, obviamente, un tercer significado: la noción de metafísica como doctrinl de «el Uno-todo». Esta noción corresponde a una lectura en sentido lógico-aritmetizante de la metafísica como ciencia del Ser (un solo ser como trasfondo y lugar de la multipliddad de los entes). En Nachmctaphysische Denken, Habermas recalca el aspecto unificador de la metafísica como doctrina del Uno-todo en detrimento de lo ontológico (págs. 153 y 156-162), y a partir de este perfil interpreta el reciente «nacimiento de la metafísica» como expresión de una frustrada voluntad de unificación que sería el requisito del pensamiento moderno (véase también Discurso filosófico de la modernidad, trad. esp. Madrid, Taurus, 1993). Por el contrario, la interpretación ontològica, conectando más bien con la investigación antihegeliana o posthegeliana de un territorio «más amplio» respecto al ser idealista-transcendental, se presenta como premisa de una posición antimetafisica y a la vez antimodema. Sobre la conexión entre metafísica y modernidad puede consultarse D. Henrich, Konzept, Frankfurt, Suhrkamp, 1997, págs. 11-43, y Habermas, op. cit,, cap. 2. La metafísica como transcendencia se encuentra revalorizada por Adorno, en Negative Dialektik, cit., págs. 352-398.


(2)

Véase J. Habermas, El pensamiento postmetafisico. La afinidad de Camap y Heidegger sobre el problema de la metafísica ha sido señalada por Alain Badiou como un trasfondo determinante en la crisis de la filosofía en la época actual, Hermenéutica, filosofía analítica, postmodernismo, «desde Camap a Vattimo pasando Heidegger y Wittgenstein» (Manifiesto por la filosofia, cit.) coinciden tanto en el «fin» de la herencia platónica como en el dominio del lenguaje: «concuerdan en el hecho de entender el lenguaje como el punto de partida absoluto del pensamiento». Por tanto, en relanzamiento de la metafísica, Badiou se ve obligado a derrotar a la «filosofía lingüística», a la nueva «sofística» que se opone al platonismo filosófico, a la recuperación de la noción de verdad en filosofía.