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Albert, Hans: decisió pel racionalisme/es

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El hecho de que en filosofía sea imprescindible tomar ciertas decisiones es algo que últimamente viene siendo subrayado con insistencia desde distintos sectores. [...]El reconocimientode una tal concepción excluye la invocación dogmática a cualquier tipo de autoridad, como sigue siendo usual hoy todavía en muchos dominios de la vida espiritual, y hace posible también, naturalmente, la crítica de esas concepciones que hacen suya una tal base dogmática. Un racionalismo así formulado no es una concepción ontológica sobre la trama del mundo y de su reconocimiento; tampoco es una teoría gnoseológica sobre la naturaleza de la razón humana como fuente del conocimiento, sino solamente un principio metódico que debe asegurar el esclarecimiento crítico de todas las concepciones, independientemente de la esfera de la que provengan. [...]

La base de la ciencia radica, por tanto, en convicciones comunes (normativas) en relación con los métodos correctos para la decisión de problemas científicos. La concordancia en la convicción material, que aquí se encuentra tan extendida, tiene sus raíces en la comunidad de actitud, que encuentra su expresión en una metodología que la mayoría acepta. [...]

Una decisión por un racionalismo crítico, tal como se encuentra a la base de las ciencias empíricas, tiene, sin embargo, simultáneamente consecuencias para otros dominios, como por ejemplo para el de la moral. Metaciencia y metaética, teoría del conocimiento y teoría moral no pueden considerarse como disciplinas totalmente separadas si se acepta tal decisión. No es ninguna casualidad que en la historia de la filosofía puedan constatarse a cada paso amplias analogías entre estos dominios. Quien atribuye a la filosofía una función como metaciencia, no puede negarle esa misma función como metaética. A mí me parece que la primera exigencia en este sentido es la admisión de la lógica también para la argumentación ética. Como tema central de una filosofía moral crítica hay que considerar no el análisis de las expresiones éticas, sino el examen crítico de los complejos de fundamentación en la argumentación ética, la evaluación crítica de los principios morales y la crítica de los sistemas éticos predominantes y de la moral dominante. Un racionalismo que defina de esta forma la función de la filosofía moral no puede limitarse, sin embargo, en modo alguno al reconocimiento de la lógica. Tiene que llevar además, lo mismo que en el terreno de la ciencia, al rechazo de toda autoridad y de todo dogma. [...]

Al igual que en el dominio de la ciencia, también en el dominio de la moral habrá de exigir el racionalismo crítico que todos los sistemas que resulten problemáticos sean en principio revisables. Sólo una ética dogmática puede ser no revisable, sólo ella puede estar integralmente inmunizada contra la experiencia. También los sistemas éticos han de ser examinables en principio, y ello ciertamente no sólo en relación con el principio lógico de no contradicción interna, sino también en relación con la viabilidad de las exigencias contenidas en ellos y con las consecuencias que de ellos se siguen. La comparación entre distintos sistemas éticos posibles habrá que basarla en la experiencia, al igual que sucede cuando se trata de teorías científicas que versan sobre un mismo dominio. También los sistemas éticos pueden ser más o menos verificados, si bien de distinta forma que la ciencia. El criterio de tal verificación está sometido a la decisión humana, al igual que el criterio análogo para las teorías científicas. Para su elección habrá de ser decisiva la concepción metaética sobre la función de la moral. [...]

En cualquiera de los casos,a la hora de fijar un criterio para la verificación de los sistemas éticos habrá que poner en primer plano la satisfacción de las necesidades humanas, el cumplimiento de los deseos humanos, la eliminación del sufrimiento humano innecesario, la armonización de las aspiraciones humanas intrasubjetivas e intersubjetivas, hechos, en todos los casos, que son controlables sobre la base de la experiencia humana. [...] Tal criterio habrá que inventarlo y fijarlo, como sucede con los criterios del pensamiento científico. También las reglas de juego e instituciones sociales, que en cierto modo son encarnaciones sociales de ideas éticas, con cuya ayuda pueden ser examinadas, descansan sobre la invención humana. Ciertamente no hay que esperar que un tal criterio se acepte sin más, pero tampoco es siempre ese el caso en el dominio de la ciencia. Una discusión racional en torno a un criterio útil es posible sin más.