Popper: el realisme/es
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El realismo es esencial al sentido común. El sentido común o el sentido común ilustrado distingue entre apariencia y realidad. (Se pueden poner ejemplos como «hoy el aire es tan diáfano que las montañas parecen mucho más cercanas de lo que realmente están» o, quizá, «parece que lo hace sin esfuerzo, pero me ha confesado que la tensión es casi insoportable»). Mas el sentido común también reconoce que las apariencias (la imagen reflejada en un espejo, por ejemplo) poseen una especie de realidad o, con otras palabras, que puede haber una realidad superficial -esto es, una apariencia- y una realidad profunda. Por otro lado, hay muchos tipos de realidades. El tipo más obvio es el de los alimentos (supongo que suministran las bases del sentimiento de realidad) o bien el de los objetos más resistentes (obiectum = lo que se interpone en el curso de nuestra acción) como piedras, árboles o personas humanas. Pero hay otros tipos de realidad muy distintos como la descodificación subjetiva de nuestras experiencias sobre los alimentos, piedras, árboles y cuerpos humanos. El sabor y el peso de los alimentos es también otro tipo de realidad, al igual que las propiedades de los árboles y los cuerpos humanos. Hay ejemplos de otros tipos en este universo tan variado como son un dolor de muelas, una palabra, el lenguaje, un código de circulación, una novela o una decisión gubernamental; una demostración válida o inválida; tal vez fuerzas, un campo de fuerzas, tendencias, estructuras y también regularidades. [...]
Sostengo que no es ni demostrable ni refutable. El realismo no es demostrable, al igual que todo lo que caiga fuera del campo de la lógica y la aritmética finita, pero mientras que las teorías científicas empíricas son refutables, el realismo ni siquiera lo es. (Comparte esta irrefutabilidad con muchas teorías filosóficas o «metafísicas» y, en particular, con el idealismo.) Sin embargo, se puede argumentar, siendo abrumadores los argumentos en su favor. [...]
Con todo, hay argumentos en favor del realismo, o más bien, en contra del idealismo.
(1) El argumento más fuerte puede consistir en una combinación de otros dos: (a) que el realismo forma parte del sentido común, y (b) que todos los pretendidos argumentos en su contra no sólo son filosóficos en el sentido más desacreditado del término, sino que además se basan en una parte del sentido común aceptada acríticamente, es decir, en esa parte errónea de la teoría del conocimiento del sentido común que he denominado «la teoría de la mente como un cubo». [...]
(2) Aunque hoy día la ciencia está un poco pasada de moda para algunas personas, por razones que lamentablemente no son en absoluto nimias, no hemos de ignorar su relevancia para el realismo, aunque algunos científicos no sean realistas [...] Pero, olvidándonos por un momento de la física atómica (mecánica cuántica), podemos afirmar que casi todas -si no todas- las teorías físicas, químicas o biológicas implican el realismo en el sentido de que si son verdaderas, el realismo debe serlo también. Esta es una de las razones por las cuales algunas personas hablan de «realismo científico». Es una buena razón. Sin embargo, por mi parte, prefiero llamarlo «metafísico» antes que «científico», dada su (aparente) falta de contrastabilidad.
Mírese como se mire, hay excelentes razones para afirmar que en la ciencia lo que se pretende es describir y (en la medida de lo posible) explicar la realidad. Lo haremos mediante conjeturas teóricas; es decir, «teorías» que esperamos sean verdaderas (o próximas a la verdad), aunque no podamos demostrar su certeza ni siquiera su probabilidad (en el sentido del cálculo de probabilidades) a pesar de que sean las mejores teorías que podamos formularnos y de que, por tanto, puedan considerarse como «probables» en la medida en que este término está libre de toda asociación con el cálculo de probabilidades.
Hay otro sentido excelente y muy próximo en el que podemos hablar de «realismo científico»; el procedimiento adoptado entraña (en la medida en que no se vea destruido por actitudes irracionales) el éxito, en el sentido de que nuestras conjeturas teóricas tienden progresivamente hacia la verdad; es decir, hacia descripciones verdaderas de ciertos hechos o aspectos de la realidad.